viernes, 28 de enero de 2011

Bibliopegia antropodérmica II

Aunque la encuadernación en piel data del siglo XIII, no se tiene certeza de cuando comenzó a utilizarse piel humana para encuadernar los libros; se sabe, sin embargo, que esta técnica cobró gran fuerza a partir del siglo XVII.

bibliopegia antropodérmicaPor extraño que nos parezca, esta técnica fue muy famosa y, de hecho, muchos libros antiguos que versaban sobre anatomía humana estaban encuadernados precisamente con la piel del cadáver diseccionado, también era común que algunos procesos judiciales estuvieran encuadernados con la piel del acusado, tétrico, ¿no?
Muchos creen que los nazis llegaron a utilizar piel humana con estos fines, y es bien conocido el caso del famoso y legendario Necronomicón que se suponía estaba encuadernado con piel humana; sin embargo, en el caso de los nazis todo parece indicar que es sólo un mito y que en realidad nunca utilizaron la piel humana para encuadernar y, en el caso del Necronomicón, no olvidemos que es un libro ficticio de la literatura lovecraftiana, y aunque H.P. Lovecraft dio detalles muy elaborados para hacer creer a sus lectores que el libro existía, lo cierto es que este libro no existe.

Sin embargo, existen libros encuadernados con esta técnica, podemos mencionar el caso del Practicarum quaestionum circa leges regias Hispaniae perteneciente a la colección de libros raros de la Biblioteca de Derecho en la Universidad de Harvard y que fue encuadernado con la piel de Jonas Wright. Por otro lado, el libro De Humani Corporis Fabrica está encuadernado en piel y pertenece a la colección de libros raros de la Universidad Brown.

A principios del siglo XIX, en el Reino Unido era una costumbre habitual usar la piel de los criminales ejecutados para encuadernar libros. La mayoría de estos ejemplares se usaban para escribir las fechorías de estos mismos criminales. En la revolución francesa, las pieles de los nobles guillotinados se usaban para encuadernar ejemplares de la constitución francesa o paradójicamente, ediciones completas de Rousseau, del que los nobles se reían por sus teorías. En la época Nazi, se sabe que la piel de muchos judíos acabaron como tapas de libros o incluso como pantallas de lámparas.
Algunos ejemplos conocidos:
1827, William Corden mató a su amante, María Martín, seis años más tarde se publicó un libro con la historia de este famoso crimen con su piel. (Moyse´s Hall Museum)
1818 y 1821, dos casos similares al anterior, la piel de James Johnson se usó para encuadernar un ejemplar de Samuel Johnson´s Dictionary. John Horwood, tras asesinar a Eliza Balsum, también corrió la misma suerte, en este caso, en el lomo del libro se puede leer “Cutis vera Johannis Horwood”. (Bristol Record Office)
1833, la piel del famoso bandolero James Allen, sirvió para encuadernar un magnífico recopilatorio de todas sus fechorías.
1958, el encuadernador Dard Hunter, contó que una viuda le mandó la piel de su difunto esposo para encuadernar todas sus cartas de amor.
1831, a la muerte de Jacques Delille, afamado escritor de la época, André Leroy, un ferviente admirador, se coló en el tanatorio y le arrancó la piel para encuadernar sus ejemplares.
1890, se cuenta que Isidoro Liseux, editor francés de libros eróticos, conseguía la piel de los pechos de las mujeres fallecidas en el hospital de Clamart(París). Incluso existe un ejemplar de Elogio de los senos de las mujeres, de Mercier de Compiégne, dónde tanto en la portada como en la contraportada, se pueden ver las protuberancias de los pezones.
1920, el astrónomo y escritor Camille Flammarion, felicitó a una condesa en una recepción por la suavidad de su piel. La condesa, al morir de tuberculosis años después, hizo que le enviaran esa piel que él había elogiado para encuadernar uno de sus libros.

Bibliopegia antropodérmica I

Los libros encuadernados en piel humana existen. No te extrañes. El hombre es un material muy aprovechable. Somos bestia de carga y herramienta, nuestra carne es comestible. Desde que nacemos maquinamos cómo utilizar al otro. Sólo era cuestión de tiempo que ese otro curtiera nuestra piel para descubrir así un cuero tan flexible y resistente como el del cerdo. Y los libros han vestido tantos ropajes… incluso piel de serpiente, morsa o tiburón.

Los ingleses, utilizando esa lógica insular que les da fama de excéntricos, bautizaron la afición a forrar libros con pellejos del prójimo como encuadernación antropodérmica. Un feliz hallazgo para definir el más exquisito sibaritismo o el simple mal gusto. Poca cosa queda hasta el siglo XVIII, apenas algunos pellejos resecos en alguna iglesia o museo. Fue en el Siglo de la Razón cuando la talabartería fantástica se convierte en pasión: nos deja suaves zapatillas de piel humana, un gracioso cinturón en el que el pezón de su dueño se distingue claramente o zapatos de tacón confeccionados con la piel de un criminal ejecutado. Llevar unos pantalones hechos con la piel del buen Conde de Herbach tenía que ser toda una experiencia. Pero todo aquello no eran más que frivolidades impropias de una mente científica y los médicos de la época hicieron lo posible por dar una utilidad práctica al cuero humano. Anthony Askew, galeno, bibliófilo y caprichoso la encontró encuadernando una obra de anatomía. John Hunter se las ingenió para vestir su Tratado sobre las enfermedades de la piel con otra de saludable aspecto. Entonces llegó la Revolución francesa, tan moderna, y amplió horizontes: una enorme fábrica de curtidos en Meudon cuya principal materia prima era el pellejo de los guillotinados. De Cassagnac conservaba una copia de la Constitución francesa de 1793 encuadernada en piel humana exquisitamente teñida de un verde claro que ahora guarda el Museo Carnavalet de París.

En Inglaterra los jueces acostumbraban a encomendar los cuerpos de los ajusticiados a médicos y abogados. Muchos criminales acabaron así sus días, forrando textos legales para expiar sus pecados, muertos y bien muertos. Uno de los primeros casos que se recuerdan es el de John Horwood, un joven de 18 años condenado por el asesinato de Eliza Balsum. Ahorcado en 1821, diseccionado en público, su esqueleto acabó en un museo de criminales ejecutados. La fatigosa experiencia terminó al ser curtido y encuadernado en un grueso libro que trata su caso, decorado con bordes dorados, calaveras y tibias cruzadas. Todavía queda entre sus páginas la factura del encuadernador –diez libras– y el cálculo del valor de la piel que se empleó, poco más de una libra. George Cudmore, tuvo más suerte. Sirvió de tapa para los poemas de Milton. En América, el salteador de caminos George Walton se las arregló para hacer llegar la historia de sus aventuras encuadernada con su propia piel al único hombre que tuvo presencia de ánimo para hacerle frente. Éste aceptó el cumplido como años antes había recibido el balazo.

Muchos bibliófilos se aficionaron a estas peculiares encuadernaciones. En 1831, André Leroy, joven, romántico y apasionado, asaltó el tanatorio y arrancó como pudo trozos de piel de su admirado Jacques Delille, el autor de una celebrada traducción de las Geórgicas de Virgilio. Delille sirvió para encuadernar su propia traducción. Algunos no tuvieron tanta paciencia, como cierto poeta ruso que perdió una pierna en un accidente de equitación y encuadernó una colección de sus mejores sonetos con la piel del miembro amputado. Cojo y enamorado, regaló el librito a su enamorada. No nos consta cómo acogió ella el presente. Otro curioso caso es el de cierta viuda –uno la imagina joven y apetitosa– que mandó forrar las cartas de amor de su primer marido con la piel del difunto. El segundo, sabiendo que la buena salud es un estado transitorio que no augura nada bueno, no quedaría muy tranquilo ojeando el volumen. Está también el decadente Doctor Cornil, que mandaba encuadernar libros de la manera más refinada posible. Un buen día encargó forrar un ejemplar de Los tres mosqueteros con una piel tatuada de dos dragones enzarzados en singular combate. Otro tatuaje, un corazón atravesado por una flecha, le sirvió para ser portada de Bubu de Montparnasse. El delicado doctor también pidió encuadernar una edición de Mercier de Compiègne, L’eloge des seins, con la piel del pecho de una mujer buscando un exquisito efecto con el pezón que sobresalía en el centro de la portada. Un colega suyo consiguió que forraran en 1891 una Danza de la muerte de Holbein con la piel de otra mujer. El supremo refinamiento aquí consistía en usar pelo humano en vez de hilo de seda para coser los cuadernillos.

Como ves, los libros en piel humana han excitado el deseo de pornógrafos, además del de los bibliófilos. Los hermanos Goncourt cuentan en sus diarios que algunos internos de hospital de Clamart fueron despedidos por contrabandear la piel de lo pechos de sus pacientes fallecidas con un encuadernador de libros obscenos en Fabourg Saint-Germain. El editor de libros eróticos Isidore Liseux juraba haber visto un ejemplar del Justine y Juliette de Sade confeccionado de esa forma. Incluso, rumor de rumores, hay quien habla de un fabuloso volumen, el tratado De serto virginum, encuadernado de la manera más apropiada.
Uno de los ejemplares más modernos que se conservan es también uno de los más bellos en su ominoso estilo. Me refiero a una colección de panfletos del cirujano holandés Bernhard Siegfried Albinus. En sus páginas, el autor se interroga sobre la causa del color de la piel de los etíopes. Esta disertación sirvió de inspiración para el antropólogo Hans Friedenthal, que mando encuadernar lujosamente la obra con la piel de un hombre negro y decorarla con una plaquita de plata incrustada en la portada con la efigie del hombre y su cráneo. El libro es único en muchos otros aspectos. Contiene seis de las primeras mezzotintas en color que se hicieron, obra de dibujante Jan Ladmiral. Y la piel de su legítimo propietario fue lo suficientemente extensa como para forrar otros dos libros más.

skinBookCover1200x2000El libro se guarda en un saco negro, con un corazón y unos pulmones bordados en tela amarilla. Un estuche protege todo el conjunto con la admonitoria frase “Piensa cuando estés aterrorizado por otros hombres… de tu propia piel”. Tanto despliegue de medios hizo salivar de deseo a cierto bibliófilo de principios del siglo pasado hasta hacerle fantasear con la posibilidad de poseer una magna obra de cinco tomos, cada uno forrado con la piel de un hombre de distinta raza.

La encuadernación antropodérmica desapareció de la faz de la tierra antes de la primera guerra mundial. 
Según  No hay ejemplares posteriores en el tiempo aunque el deseo de los sibaritas nunca será satisfecho y muchos anhelen secretamente acariciar con las yemas de sus dedos uno de estos libros. Tal vez olerlos con los ojos cerrados. Saber a qué saben. ¿Y si se siguen encuadernado en secreto sin que lleguen a nuestros oídos, lector?

Por: Librosmalditos.com

miércoles, 26 de enero de 2011

Museo del Prado. Exposición Bibliotheca Artis

Bibliotheca Artis. Tesoros de la biblioteca del Museo del Prado

1. Leonardo da Vinci 208x300 1. Leonardo da VinciEl Museo del Prado muestra por primera vez al público las piezas más sobresalientes de la colección que atesora su Biblioteca. Tras su instalación en el Casón del Buen Retiro hace un año, integrada en el nuevo Centro de Estudios del Museo y con una gran sala de lectura ubicada bajo la magnífica cúpula de Luca Giordano, la Biblioteca del Museo guarda un importante fondo antiguo, incrementado notablemente en los últimos años gracias a la adquisición de las bibliotecas de don José María Cervelló y de la familia Madrazo. Esta exposición pretende mostrar la importancia de esta parte desconocida de la colección del Museo a través de una selección de cuarenta volúmenes fechados aproximadamente entre 1500 y 1750, acompañados de ocho cuadros de la colección, de Tiziano, Velázquez o El Greco, que revelan la estrecha relación existente entre el fondo bibliográfico y la colección pictórica del Prado.

El discurso de la exposición se articula en tres apartados. El primero, Bibliotheca artis (Biblioteca de arte), es el más importante y pretende mostrar hitos básicos de la bibliografía artística europea arrancando con los grandes tratados del Renacimiento italiano. Se exponen primeras ediciones de las obras capitales sobre pintura de Leon Battista Alberti (1547) y Leonardo da Vinci (1651), así como el primer tratado sistemático sobre la perspectiva, obra de Daniele Barbaro, que fue retratado por Tiziano en un cuadro de la colección del Museo. La difusión de las ideas renacentistas por el norte de Europa encuentra su mejor representante en la obra teórica de Durero, de la que se muestra la primera edición latina de su Instrucción para la medida (1532). También se expone la obra fundacional de la historia del arte, las Vidas de Vasari, que tuvo una notable repercusión en Italia y el resto de Europa.

Un capítulo importante de la exposición lo ocupa la teoría de arte durante el siglo de Oro español, en el que se muestran importantes novedades. Por ejemplo, entre los tratados del siglo XVI, se expone por primera vez al público el manuscrito del Comentario de la pintura de Felipe de Guevara, recientemente descubierto entre los fondos de la biblioteca Madrazo. De Francisco Pacheco, suegro y maestro de Velázquez, puede verse una pequeña sección con la primera edición de su Arte de la pintura (1649), acompañada de un rarísimo folleto, único en bibliotecas españolas, con anotaciones manuscritas del propio autor y del retrato que le pintó su yerno. Otras piezas extraordinarias, también expuestas por primera vez, son el manuscrito de los Discursos de Jusepe Martínez (h. 1673-1675) o una de las planchas calcográficas realizadas para ilustrar El museo pictórico de Palomino (1715).
El segundo apartado, Bibliotheca architecturae (Biblioteca de arquitectura), reúne una cuidada selección de tratados de arquitectura. De nuevo, el protagonista es el Renacimiento italiano representado a través de importantes ediciones de Vitrubio, Vignola, Serlio y Palladio. Además de la importancia y la belleza de algunos ejemplares, como la edición de Vitrubio realizada por Cesare Cesariano en 1521 –el libro más antiguo de la exposición–, en esta sección se resalta cómo los pintores del Renacimiento, por ejemplo El Greco, utilizaron las ilustraciones de estos libros para la creación de los fondos arquitectónicos de sus cuadros.

Este apartado incluye también libros de arquitectura franceses, alemanes y españoles y, como sección final, una pequeña selección de libros de fiestas, únicos testimonios de las espectaculares arquitecturas efímeras, hoy desaparecidas, hechas para entradas reales, canonizaciones, funerales, etc, a cargo de artistas tan destacados como Rubens o Valdés Leal.
El tercer apartado, Bibliotheca imaginis (Biblioteca de la imagen), señala el destacado papel que las ilustraciones de los libros tuvieron en el arte europeo de la Edad Moderna. En primer lugar las cartillas de dibujo, que fueron un elemento esencial en el aprendizaje de los artistas, ya que proponían modelos que enseñaban a dibujar la figura humana paso a paso. Dentro de éstas hay que resaltar los Principios…de García Hidalgo (h. 1700), la más importante y rara de las cartillas españolas, realizada ya en las postrimerías del siglo de Oro.
Los libros tuvieron una importancia fundamental para los pintores al ofrecerles fuentes formales e iconográficas imprescindibles en su trabajo. En este sentido, la exposición propone una breve reflexión sobre el género del retrato, a través de tres repertorios impresos básicos en la difusión de modelos formales. También se exponen varios libros fundamentales para comprender el significado del arte del Renacimiento y el Barroco: ediciones ilustradas de las Metamorfosis de Ovidio (1595), la Iconologia de Ripa (1603) o de varios e importantes libros de emblemas, que están detrás de la iconografía de muchos pinturas del Museo del Prado.

Si los libros están en el origen de numerosos cuadros, también son un testimonio insustituible de su fortuna posterior. Los más importantes ciclos pictóricos europeos fueron reproducidos y dados a conocer a través de suntuosos álbumes de estampas, mientras que las primeras colecciones pictóricas, primero en manos de las nobleza y la realeza y más tarde de acceso público, fueron conocidas en toda Europa gracias a libros como el Prodromus (1735), con el que se cierra la muestra. La exposición, que comienza con la primera gran obra teórica que codificó los principios de la pintura renacentista –La pittura de Alberti – termina con el nacimiento de la institución que marcará la evolución de las artes plásticas en la Edad Contemporánea: el Museo.

La Biblioteca del Museo
La Biblioteca del Museo del Prado ha experimentado en los últimos años un notable crecimiento, que culminó con la apertura en marzo de 2009 de su nueva sede en el Casón del Buen Retiro. Su sala de lectura, instalada bajo la impresionante bóveda de Luca Giordano, es la muestra más visible de la nueva importancia otorgada por el Museo a los servicios de biblioteca, archivo y documentación.
La Biblioteca conserva un importante fondo antiguo de unos 4.500 volúmenes especializados en Historia del Arte y con algunos ejemplares de extraordinaria rareza e importancia, procedentes en su mayor parte de la adquisición de varias bibliotecas privadas, entre las que destacan la del abogado e historiador del arte José María Cervelló en 2003 y la de la familia Madrazo en 2006.

Catálogo
Con motivo de la exposición se ha realizado un catálogo, primera publicación sobre los fondos de la Biblioteca del Museo, que contiene 103 páginas y 82 ilustraciones y tres textos introductorios, “El fondo antiguo de la Biblioteca del Museo del Prado: la formación de una colección” de Javier Docampo, jefe del Área de Biblioteca, Archivo y Documentación del Museo y comisario de la muestra, “Las amplias fronteras de la literatura sobre arte en el Siglo de Oro” de Javier Portús, Jefe de Conservación de Pintura Española hasta 1700 del Museo, “Brevísima apología de la anécdota, o sobre Vasari y la tradición literaria” de José Riello, colaborador del Área de Edición del Museo, más las fichas correspondientes de las cuarenta piezas de la exposición, a cargo de los autores mencionados y de José Manuel Matilla, Jefe de Departamento de Conservación de Dibujos y Estampas del Museo, Javier de Blas, colaborador del mismo departamento, Ascensión Hernández, bibliotecaria de la UNED y Elena Vázquez, investigadora de la Universidad Complutense.

Régimen de acceso a la exposiciónEl precio de la entrada general (incluye también el acceso a la colección permanente) adquirida en taquilla será de 8 euros, mientras que su adquisición por cualquiera de los canales telemáticos de venta anticipada (902 10 70 77 / http://www.blogger.com/www.museodelprado.es) será al precio de 7 euros.
Del 5 de octubre al 30 de enero de 2011

Actividades complementarias
El Museo ha organizado un programa complementario de actividades que incluye el habitual ciclo de conferencias, además de itinerarios didácticos por las salas de exposición y un curso monográfico que analizará la teoría española de la pintura en el siglo de Oro gracias a los nuevos hallazgos en la literatura artística en España.


Por Logopress-editor

martes, 25 de enero de 2011

Mate Pastor: Bestiario Medieval

Mate Pastor: Bestiario Medieval: "La siguiente es una página web muy interesante denominada Bestiario Medieval. Hay ilustraciones muy bellas que retratan bestias monstruosas..."

Ultimos días para visitar la exposición: De la Historia Natural a la Biodiversidad. Un pasaje de libro

La BNE con motivo del Año Internacional de la Biodiversidad, nos ofrece del 5 de octubre de 2010 al 30 de enero de 2011, una exposición denominada: De la Historia Natural a la Biodiversidad. Un pasaje de libro

Esta nueva muestra propone al visitante un recorrido por algunos de los más importantes tratados de Ciencias Naturales de todos los tiempos conservados en la BNE: desde las copias medievales de los clásicos a los prontuarios del siglo XIX en los que se asientan las bases de los estudios más actuales. Simultáneamente, el apasionado de los libros hallará en estas treinta y cuatro obras científicas una sucinta historia del libro a través de las colecciones de la BNE, en la que se alternan los manuscritos bajomedievales con un incunable italiano o con importantes tratados salidos de las prensas de algunos de los mejores tipógrafos de la Historia, como los Plantino, Elzevir o nuestros Junta, Eguia o Ibarra.

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